Un verdadero encuentro pentecostal

Queridos hermanos en la Alianza:

¡Muy feliz día de Alianza para todos! Desde el miércoles 8 de junio hasta el domingo 12 se realizó el Congreso de Pentecostés en Schoenstatt. Nos reunimos alrededor de 140 participantes de unos 30 países en donde se encuentra el Movimiento de Schoenstatt en el mundo y fuimos convocados con el lema “movidos por el Espíritu de Dios”. De nuestra familia paraguaya pudimos asistir 7 representantes. Fue un verdadero encuentro pentecostal, pues experimentamos la presencia del Espíritu Santo, que la Mater imploró para nosotros desde el Santuario Original, nuestra fuente de gracias.

Ya desde el inicio se nos invitó a “entrar al Cenáculo”, y realmente vivimos esa atmósfera al estar congregados como familia durante todos esos días. Todos ustedes ya han recibido la Carta que se escribió y fue firmada por todos nosotros los participantes junto a la tumba del Padre Fundador. Una carta que quiere ser un mensaje fraterno a la familia internacional y que lleva como título la frase de San Pablo a los Corintios: “Ustedes son mi carta” (Cfr. 2Cor 3,2).

Quisiera a continuación compartir con ustedes algunas impresiones del congreso y al mismo tiempo ver en qué medida ello nos interpela como Familia de Schoenstatt del Paraguay:

a) En primer lugar se vivió en el Congreso un hermoso espíritu de familia y de comunión. Desde el anterior congreso Pentecostés 2015 como familia internacional no nos habíamos reunido tantos representantes de tan numerosos países y comunidades del movimiento. Prácticamente estaban representadas todas las comunidades de nuestra familia. Contamos con la presencia de todos los miembros de la presidencia internacional. Luego de estos difíciles años de pandemia y también después de todo lo acaecido con la causa del Padre Fundador, fue muy importante congregarnos y experimentarnos como Familia.

Sentimos la alegría de estar juntos, de compartir, de dialogar, de rezar y reflexionar en comunión. Las eucaristías y los momentos de oración en el santuario original y junto a la tumba del Padre nos ayudaron a abrir el corazón al soplo del Espíritu Santo. Sin duda este fue un gran regalo que estamos llamados a concretarlo en nuestra propia realidad nacional, pues debemos seguir empeñándonos en cultivar y crecer en el espíritu de familia ¿Cómo podemos con gestos concretos crecer en el espíritu familiar entre nosotros mismos, en nuestras ramas y comunidades?

b) Vivimos en el congreso una atmósfera de sinodalidad: reflexionar, dialogar, rezar, intercambiar y discernir juntos. Esto no era fácil por las dificultades de los diferentes idiomas, diversos ámbitos culturales y sensibilidades generacionales. Pero, sin embargo, fue más fuerte el esfuerzo por hacer este camino juntos. En la carta del congreso se lee “experimentamos la grandeza y la alegría de ser una familia sinodal”. Asimismo, los puntos 6 y 7 de la carta, cuando se enumeran los diferentes retos y desafíos, nos llaman a participar activamente en el camino sinodal que nos propone el Papa para el sínodo de la Iglesia 2023, como también a buscar el diálogo y el encuentro con otros movimientos y carismas, y con los diversos ámbitos de la sociedad ¿Cómo estamos viviendo la sinodalidad en nuestras propias comunidades? ¿Cómo cultivamos concretamente esta actitud de escucha, de diálogo recíproco, de respeto y humildad entre nosotros y con los demás?

c) Como era de esperar todo lo relacionado con la persona y el carisma de nuestro Padre Fundador fue algo que marcó este Congreso. Especialmente el jueves 9 estuvo centrado en dialogar y reflexionar al respecto. Nos ayudaron las diferentes ponencias de ese día. En la carta final se nos dice que la Familia está llamada a comprender mejor el carisma profético del Padre Kentenich y también a que lo podamos vivir y encarnar en forma renovada (Cfr. Carta del Congreso). En este sentido en el congreso se vivió una atmósfera de optimismo y esperanza. No podemos desanimarnos ni paralizarnos, tampoco podemos llevar adelante este proceso sin coordinarnos y unirnos. Es necesario que tengamos una actitud de humildad y estemos impulsados por una sincera y honesta búsqueda de la verdad. Al carisma no lo podemos reducir ni tenerlo tan “custodiado” que no lo confrontemos con las demandas y desafíos del tiempo actual. Enraizados, arraigados en el carisma del Padre, nos lanzamos hacia el futuro asumiendo los desafíos del presente: “con esperanza y confianza, estamos dispuestos a enfrentar todos los cuestionamientos relacionados con el PK y la originalidad de nuestro movimiento” (Carta del congreso).

Queremos asumir la oportunidad histórica de “renovar el carisma de Schoenstatt en un modo pedagógico, abierto y sinodal” (Carta del Congreso). El Padre Heinrich Walter, en la homilía de la misa de clausura, nos decía: “la raíz del carisma que se nos confía es la alianza de amor. A partir de esta raíz, el carisma debe ser purificado, renovado, para que mañana pueda desplegar también una gran fecundidad”. En la carta final se nos presenta el reto de “promover talleres para comprender mejor el carisma profético y la persona del Padre Kentenich”. ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo podemos encarnar cada uno de nosotros y también comunitariamente con más generosidad y coherencia nuestro carisma? ¿Qué podemos hacer para conocerlo con más profundidad y difundirlo y entregarlo más aún a la Iglesia y a nuestra sociedad?

d) De modo muy especial en el congreso pudieron alzar su voz los laicos y los jóvenes. Si bien había un buen número de sacerdotes y hermanas, contamos con una gran presencia de laicos provenientes de muchos países y de diversas realidades. Es un hecho innegable que, en el movimiento, al disminuir el número de las vocaciones a la vida consagrada, por otro lado, cada vez más va creciendo el número y el protagonismo de los laicos, sobre todo en numerosos países de nuestro continente. Ahora bien, esto implica seguir creciendo en la formación, capacitación, autonomía y protagonismo de los laicos. Podemos decir que en Paraguay se ha avanzado en esto desde hace tiempo, pero debemos seguir creciendo y siendo más creativos y abiertos a los nuevos requerimientos del tiempo actual.

En este congreso hubo una participación especial de jóvenes que manifestaron sus inquietudes y anhelos: que se pueda llevar a cabo un congreso internacional de jóvenes, que haya una mayor participación de los jóvenes en el próximo congreso Pentecostés y que también puedan darse los pasos concretos para asegurar una transición orgánica de los jóvenes a las otras ramas de la familia. Leemos en la carta del congreso: “escuchamos las voces de nuestros jóvenes y su llamada a una sana rebeldía, su deseo de sinodalidad orgánica, caracterizada por una cultura del diálogo, apertura y escucha”. En un clima de escucha recíproca y diálogo, ellos se manifestaron y tuvieron también sus propios espacios y momentos.

En pentecostés se manifiesta la novedad de una Iglesia joven, su creatividad, su empuje, su magnanimidad. Nosotros también, queremos vivir en nuestra familia impulsados siempre por este espíritu juvenil que nos confiere el Espíritu Santo. En este sentido, podemos preguntarnos ¿Cómo acogemos las inquietudes de nuestros jóvenes en nuestras propias comunidades? ¿Tienen ellos, encuentran, espacio en las diferentes instancias de nuestra familia para que puedan canalizar sus anhelos y propuestas? Y también ¿Los jóvenes se involucran y participan en los diferentes espacios y ámbitos de la Familia como para dejarse complementar y enriquecer por los demás?

e) Otro gran aspecto del Congreso giró en torno al tema Iglesia y el mundo actual. Leemos en un pasaje de la Carta del Congreso: «Vivamos la Alianza de Amor como un don y una misión frente a los desafíos actuales de la Iglesia y del mundo. Ante la creciente desigualdad y los problemas sociales, estamos llamados a una alianza con los demás en todas las periferias existenciales de la vida. La crisis ecológica nos interpela también, a una alianza con la Creación».

Todo lo vivido en el congreso renovó en nosotros el compromiso de ser como movimiento eclesial, un movimiento que está llamado a fecundar a la Iglesia con el propio carisma, pero también, en una actitud sinodal, a dejarnos complementar y enriquecer por otros movimientos y carismas. Asimismo las grandes orientaciones del pontificado del Papa Francisco nos orientan y nos interpelan a dar una respuesta comprometida. Como familia somos parte del Cuerpo Místico de Cristo y el ejemplo de nuestro Padre Fundador nos llama siempre de nuevo a servir y amar a la Iglesia desde nuestra propia originalidad.

Nuestra vivencia real de la Alianza de amor debe ser profundamente misionera y apostólica, y se debe expresar en consecuencias concretas que tiendan a transformar la sociedad. Leemos en la Carta del Congreso: “Queremos trabajar en red, compartiendo nuestras iniciativas sociales para unir fuerzas y mejorar nuestro aporte a la sociedad, a la política y a la cultura, especialmente a los pobres y marginados” (reto nº9) ¿Cómo podemos llevar a la vida estas inquietudes? ¿Cómo podemos abrazar y llegar a tantas realidades de nuestra sociedad, de la cultura que necesitan ser transformadas desde la vivencia de nuestra Alianza de Amor?

Queridos hermanos, evidentemente que es muy difícil poder transmitir el regalo que significa participar en un Congreso de este tipo a todos los que no han estado. El encuentro mismo, la vivencia de comunidad en torno a los lugares santos de Schoenstatt, hace que sea una experiencia única. De todas maneras, les pido en nombre de todos los que participamos y de los miembros de la Central nacional de
asesores que, con un espíritu abierto y dócil al Espíritu Santo, puedan leer, reflexionar y “rezar” con la Carta del Congreso en sus respectivas comunidades, preguntándose a la luz de la Fe Práctica: ¿Qué nos dice Dios, la Mater, a mi, a nosotros con esta carta? ¿En qué medida nos interpela? ¿Cómo podemos concretar lo que en ella se expresa en nuestra vida personal, en nuestros grupos y comunidades?

En uno de los momentos de oración del Congreso, en la Iglesia de la Adoración, representantes de las generaciones mayores, pasaron a un grupo de jóvenes antorchas encendidas, simbolizando el fuego del carisma que debe seguir encendiendo e iluminando el tiempo actual. Pongámonos todos “en modo Espíritu Santo”, abiertos al fuego de su Amor, para que Él nos renueve, transforme y envíe. Seamos nosotros la “Carta viva” que Él quiere escribir en el tiempo de hoy.

Aprovechamos nuevamente a agradecerles por toda su compañía en la oración, como también por la generosidad en los aportes con los cuales nos ayudaron a participar en este congreso. Desde el santuario en este día 18, día de Alianza, les aseguro mi oración y les imparto mi bendición.

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