Un paso audaz

En estos días el italiano filósofo Roberto Esposito fue muy citado y recordado por varios pensadores, por el gran aporte que hizo, volviendo a la raíz latina, el significado, la evolución y la noción política de la palabra “Communitas”, del cual se desprende también de manera imprescindible la “Immunitas”. En toda comunidad coexiste de por sí una Inmunidad (1). Inmunidad tan buscada por todos ante la inminente pandemia del Coronavirus.

“Communitas” e “Immunitas», ambas comparten el mismo vocablo “munus”. En el derecho romano, el “munus” era el don, el tributo, que el ciudadano romano debía pagar por vivir o por simplemente formar parte de la comunidad. La “Communitas”, es el conjunto de personas, dice Esposito, a las que les une, no una propiedad, o algo en común, sino justamente una deuda, o un deber, es decir expropia a los individuos de algo, que les permite así salir de sí mismos. El sujeto inserto en la comunidad, ya no es él mismo, será así necesariamente un otro (2).

Sin embargo la “Immunitas”, en el derecho romano, era una dispensa, o un privilegio que exoneraba a alguien de los deberes solitarios que son comunes a todos. El inmune (3) es aquél que está exento de la obligación, sea de modo originario o por dispensa. La “immunitas” es así una dispensa que se vuelve un privilegio (4).

Esposito, siguiendo a varios autores -entre ellos sobretodo a Foucalt (5)- afirma que la noción de “Immunitas” muta permitiendo que la soberanía de la comunidad, se desplace del ámbito del derecho, hacia lo biológico y médico, de la pertenencia y convivencia social a lo sanitario (6). Desde este punto de vista, la Inmunidad, se entiende como el privilegio d6e poder reaccionar y evitar contraer una enfermedad contagiosa que puede llegar a originar muerte. La inmunidad adquiere así la simbología de la vacuna. Es decir se vuelve una inmunidad activamente producida, se inocula una cantidad no letal del virus, o bacteria, que genera el anticuerpo necesario para neutralizar la manifestación real de la enfermedad. Lo que significa que el mecanismo presupone la existencia de un mal, al cual reproduciéndolo de manera controlada, de esta manera se lo evita.

De esta manera volvemos con mayor ahínco a la raíz etimológica de la palabra griega “Pharmakon”, es decir remedio y veneno a la vez. El veneno es vencido por el organismo no cuando es expulsado de él, sino cuando de algún modo llega a formar parte de éste. Así nace la bio-política para Esposito, es decir, la soberanía de un estado, se basa en inmunizar a los suyos, potenciando la vida, prolongándola sobre la muerte que acecha a la comunidad, el mal del cual hay que resguardarse. Solo que la bio-política cae en la misma paradoja que la vacuna, es decir todo acto de protección implica una definición inmunitaria de la comunidad según la cual se dará a si misma la autoridad de sacrificar otras vidas en beneficio de una idea de su propia soberanía, o en función de ese mal del cual hay que defenderse (7).

El pensador Paul Preciado (8) , afirma en un modo vehemente y provocador, que el virus actúa a nuestra imagen y semejanza, y que no hace más que replicar y extender a toda la población, las formas dominantes de gestión bio-política que ya estaban en cierta manera operando. Las epidemias radicalizan esta gestión política, ya que pone en escena la utopia de comunidad y las fantasías inmunitarias de una sociedad, exteriorizando sus sueños de omnipotencia y los fallos estrepitosos de su soberanía política. Siguiendo este horizonte la pregunta que se pone en el centro del debate de esta crisis -y que en mi opinión seguirá con mas fuerza después que termine- es: cuáles serán la vidas que estaremos dispuestos a salvar y cuales serán sacrificadas.

Claramente la incertidumbre es enorme. La ansiedad, los miedos, las preocupaciones que golpean al mundo entero son de un tamaño completamente desproporcionado a todo lo que nos hemos podido imaginar. Pocas veces, la humanidad, el globo estuvo tan unido y tan comunicado, en un dolor sin medidas. Ciertamente nos cuesta, porque la “immunitas” no llega, la vacuna no aparece. Quizás algunos, podemos citar los niños, estén fuera del peligro, pero no sus padres, abuelos, tíos, ni el porvenir que ellos mismos tienen. La crisis nos sacó de nuestra comodidad, de nuestra seguridad. El enemigo invisible, no es el ISIS, ni Lampedusa, ni el narcotráfico, ni las cárceles de Tacumbú o Emboscada, o los antros que tenemos como noción de mal, o de amenaza. El enemigo entra a nuestra casa como si nada. Se apropia de cada rincón y nos desnuda con un solo movimiento de todas nuestras convicciones, de todos nuestros relatos, de nuestras creencias, de nuestros valores. Nos deja sin máscaras, vulnerables, frágiles, necesitados. Tal vez como siempre lo hemos sido. A pesar de todo aquello que hemos construido y que aparentemente hablaba de nosotros: Casas, doctorados, cuentas en el banco, etc. De nada nos sirve. El enemigo invisible respira nuestro aire.

Sin embargo a mí me sorprendió para bien como mucha gente reaccionó con la extensión de la cuarentena, lo que me motivó a escribir estas líneas de reflexión. Es bueno que surjan los debates, es bueno que expresemos nuestra opinión, y que por sobretodo no nos escudemos en frases de otros. Que tengamos el coraje de expresar lo que verdaderamente creemos. Cuál es nuestra noción de bio-política, y cuál es el poder con el que contamos para influenciar en la escena política y social. Si es que lo tenemos. Son muy difíciles los argumentos. No puede haber una solución fácil, ni que sea exenta de errores. La vida es compleja. La Comunidad es compleja. Las interrogantes son demasiadas, la economía, la educación, la salud, la familia, la empresa, la dignidad del trabajo, y por sobretodo agregaría la ansiedad del estar inactivo e impotente aguardando como el enemigo se adueña de nuestra vida, que ya es pasada, que ya no existe, y que con el pasar de los días devora con mayor ferocidad lo que va quedando de ella.

Yo si tuviera que expresar mi postura, opino que lo material es remediable, la vida no. Y simplemente yo no podría cargar con vidas a mi espalda. Saber que por mi acción consciente por más que sea moralmente justificable, vidas que no deberían morir, mueran. Gente que no se debía haber contagiado, se contagió, por mis decisiones y acciones deliberadas. Nadie me dió -y tampoco lo quiero-, contar con el poder de decidir quién merece vivir y quién no. No, no quiero practicar la “immmunitas”. Creo que todos tenemos derecho a vivir de la igual manera, no importa nuestra condición, nuestro estado de salud, nuestra raza, nuestra posición social, nuestra educación, nuestra edad, nuestro pasado, nuestros errores. Todos, tenemos el mismo derecho. Entonces que mi vida se adecue al principio, y no al revés.

Por eso creo que es muy difícil ser cristiano en este tiempo. Los valores de Jesús y nuestros valores ya en una situación normal y corriente, no es que vayan a la par así de una. Las crisis como mencionaba anteriormente nos confrontan muchísimo, lo que en verdad creemos y los valores que tenemos. Encima hoy el evangelio, el de este domingo (26 de abril del 2020), nos recuerda la resurrección de Lázaro. Una clara alusión a los cristianos que estamos llamados a recordar que Dios nos dió el poder de resucitar, de crear un mundo nuevo, de generar vida, o por lo menos las condiciones para que ésta sea digna y plena, y no, por defender nuestros intereses, sacrificar a algunos en pos de mi utopía y conveniencia.

Cuando el virus sea derrotado, el mundo va a ser un agujero de dolor, con miles de familias rotas, con una sociedad desmoralizada, conmocionada, confundida, llena de temor y angustia, por todo lo que se viene. Es difícil ser cristiano. Ojalá estemos a la altura de esta gran tarea que nos toca. Como nunca se viene un compromiso histórico monumental. No solo de los cristianos obviamente, de toda la humanidad, en redefinir su bio-política. Yo creo que por algo nacimos en este siglo.

Me despido con lo que nuestro querido Papa nos dijo y que seguramente para los que hemos asistido a esa hermosa celebración litúrgica, todavía retumba en nuestras mentes: “… nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos …” (9).

1. Virginia Cano – Del don a la ingratitud, vida, comunidad e inmunidad en Roberto Esposito y Nietzche. Año 2009

2. Roberto Esposito – Communitas. Origen y Destino de la Comunidad. Año 2003.

3. También se encontraba en el derecho romano el “desmunido” , era aquél a quién se la había retirado todos los privilegios de la vida en comunidad. En los evangelios, encontramos con en Judea, Galilea, como los leprosos eran los desmunidos, privados de toda convivencia social, al merced de la caridad de algunos, vivían en las entradas de las ciudades, sin poder acceder a ningun espacio, que signifique un intercambio con la Comunidad.

4. Emiliano Sacchi. Del munus común a la vida impersonal. Comunidad y biopolítica en R. Esposito.

5. Michel Foucalt – Vigilar y Castigar. Año 1975.

6. Esta migración de concepto se debe también a la gran influencia que tuvieron los descubrimientos de la primera vacuna, los experimentos de Pasteur y Koch.

7. Mucha gente opinaba en las redes, por los aumentos de casos del coronavirus en el país, provenientes 7 del extranjero, que se cierren inmediatamente los aeropuertos, que varios connacionales queden afuera, no importa en que situación, ni lo que pudiera acontecer con ellos, lo importante es que ellos eran portadores del mal del cual se debe evitar a toda costa. Entre paréntesis se podría entrever que aquí opera en cierta manera el mismo mecanismo de la “Immunitas”, es decir que había que sacrificarles a ellos sí o sí, como sea, para poder vivir nosotros.

8. Paul Preciado. Aprendiendo del virus. Opinión el País. Año 2020.

9. Papa Francisco. BENDICIÓN «URBI ET ORBI” Año 2020.

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