“A partir de ese día, al llegar al templo contemplo el Sagrario con una sonrisa”
Asistir a la santa misa con el tiempo se convirtió en el encuentro por excelencia -de la mano de la Mater- con Cristo y es el alimento espiritual que me fortalece para caminar por la vida.
Pero les soy sincero, hay un “lugarcito” al que las personas se acercan, de rodillas y con tanta devoción, con tantísima fe que hasta he visto caer lágrimas… cuando en silencio y con amor dirigen la mirada al Sagrario.
Observando eso, muy dentro de mí decía: “Cómo quiero vivir esa experiencia, cómo quiero sentir Tu presencia en ese lugarcito, Señor”.
A tantas ricas experiencias vividas en la Santa Misa del Santuario Joven, de Tupãrenda… de la Capilla de las Carmelitas, donde además una buena señora me obsequió un librito de adoración al Santísimo; se agregó también una bendecida visita a “La Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús” de Salta. Esos lugares santos fortalecieron mi camino para vivir lo que mi corazón anhelaba cada vez más…
Fue así que el 25 de diciembre del 2017, fui a la Misa de Navidad en la Capilla de las Carmelitas. Una buena amiga me ayudó a buscar lugar, los bancos cambiaron de lugar por el pesebre -hermoso por cierto- y me senté en el primer banco que quedaba a tres pasos del Sagrario. Más que nunca estaba cerquita de ese “lugarcito” y se inició la Santa Misa con canciones navideñas entonadas por un excelente coro. La celebración se desarrollaba con mucha devoción, hasta que en el momento de la consagración más o menos, un sentimiento de amor infinito, de paz… se apoderó de mí… ¡Venía del Sagrario! Era indescriptible… no encuentro las palabras exactas para hacerlo… sólo sé que toda mi atención fue al sagrario y por momentos ni siquiera lograba escuchar al sacerdote celebrante.
Y fue entonces cuando me comenzaron a caer lágrimas, y lo que sentía en lo más profundo de mi corazón: ¡Dios mío! ¡Rey de Reyes, Señor de Señores!! ¡Qué infinito es tu amor, te haces pequeño en el Sagrario, para estar contigo, conmigo, con todos!!
Con certeza la querida Venerable Chiquitunga, intercedió para que el Señor, derrame abundantes bendiciones y pueda vivir de esta manera SU presencia en el SAGRARIO. A partir de ese día, al llegar al templo contemplo el Sagrario con una sonrisa… te saludo y en un espacio de tiempo, puedo adorarte, ¡Claro que sí! Me late fuerte el corazón, porque…. ¡AHÍ ESTÁS, SEÑOR!!