«La Mater se encargó de conquistarme»

Días atrás, me pidieron que diera testimonio de mi Alianza de Amor y como coincidió el pedido con mi aniversario número 11 de aliada, supuse que era buena idea decir que sí.

Hace pocos años que llevo por escrito mi testimonio de aliada y quienes me conocen, saben que “los de arriba” me conocen tan bien que me dan manifestaciones prácticas diarias (me hablan en mi mismo sistema operativo), las cuales a veces son difíciles hasta de recordar, mucho más, de contar.

En el párrafo anterior, no fue por azar que escribí “los de arriba” y no “la Mater”. Para mí, vivir la alianza es estar en estrecha comunión con María pero, como en los matrimonios, uno se casa con toda la familia, profundiza su relación también con la Santísima Trinidad (y en mi caso, con el ángel de la guarda incluido).

A algunas de mis hermanas de grupo, les gusta decir a modo de chiste, que lo mío con la Mater no fue amor a primera vista y que finalmente me agarró por eso más fuerte con su manto. Esto, debido a que cuando se iba a iniciar la preparación de alianza de amor -y todas mis hermanas de grupo empezarían- yo le dije a la asesora que no me sentía preparada, no sentía que fuera mi momento. Agradezco hasta ahora que la asesora me haya sugerido iniciar la preparación pero no sellar la alianza hasta tanto yo sintiera que era el momento oportuno para mí, que la Mater acompañaría mis tiempos. Lo demás, no hace falta ni contar. La Mater se encargó de conquistarme. Es más, caí en la cuenta de que ella me eligió mucho tiempo antes de entrar incluso al Movimiento de Schoenstatt. La imagen de la Mater de mi Santuario Trabajo es un regalo del día de mi Confirmación -doce años antes de entrar al Movimiento-  ¿Diosidencias?.

La Alianza de Amor con la Mater, sabemos que es un intercambio de corazones, de bienes e intereses. Como reza la oración de consagración: “…te consagro (…) todo mi ser”, “…utilízame como instrumento y posesión tuya…”.

Esta alianza se aterriza en el concepto de santidad en la vida diaria: hacer lo ordinario de manera extraordinaria. No es una alianza etérea, sobrenatural, sino una concreta, diaria, humana, una llena de detalles, de mensajes y de acciones. Y, como sucede con otro tipo de vínculos, hay días buenos, otros no tan buenos, hay cosas que no se entienden y otras con las que no estás de acuerdo. Hay días de fuegos artificiales y hay otros de sombras o desazón. Lo importante es recordar que esa alianza es independiente a las circunstancias, la fidelidad a la que nos comprometimos ambas partes es para siempre.    

Y si me preguntaran: ¿Qué es la Alianza de Amor para vos? Yo respondería: es saber que soy instrumento de la Mater, allí donde ella quiera que yo actúe, pero no con mis propias fuerzas sino con las suyas. Es tener una maestra sombra que me acompaña en cada una de las escenas de mi día y donde ambas nos ponemos a prueba, en el buen sentido.  Es reconocer que me quiere tal como soy pero me alienta vehemente a generar capital de gracias en aquello que me cuesta o debo mejorar; es esa mamá misericordiosa que está dispuesta a recalcular su GPS mil veces, cada vez que yo me voy por un camino equivocado. Y como es una alianza 24/7 la Mater también está presente en mis momentos de ocio, con mis amigos, familia y, por supuesto, en el trabajo.

La alianza de amor con la Mater también es sonreír cuando llego a un lugar extraño y veo su imagen, es rezar la oración de confianza ante una reunión laboral difícil, es sentir su guiño cuando sucede algo importante un 18, es donar con amor mi tiempo para apostolados, es prestar mi sofá para que duerma alguien después de una reunión de grupo que termina tarde, es ayudar en mi parroquia, es sentir su consuelo cuando siento que no puedo más,  es saber que subirán a mi auto personas conocidas o desconocidas que me son encomendadas, es entender que lo que alguien me dice hoy es la respuesta que pedí hace varias noches antes de dormir, es “perder tiempo” en mi Santuario Hogar, es disfrutar del cielo azul un domingo en Tuparenda, es tener un mismo “código” con otros schoenstattianos y sentirnos familia, es colaborar de alguna manera con el gran trabajo que hacen los Padres y Hermanas de Schoenstatt, es ofrecer mi capitalario que costó sudor, es emocionarme, hablar o callarme, es agradecer las oportunidades que me fueron y son regaladas, es no sentirme digna la mayoría de las veces, es cuidar que mi vida sea coherente. Es sentirme hija predilecta y actuar en consecuencia.

Y, entonces, ante la pregunta de: ¿Cómo vivo mi alianza de Amor? Me vienen mil maneras de responder. Pero hoy mi respuesta sería “atenta”. En primer lugar atenta a mi conciencia de misión, atenta a las manifestaciones de la Fe práctica en la Divina Providencia, en esto María era una campeona! (los sucesos del tiempo, de las cosas, voces del alma). Atenta a reconocer las causas segundas y sus mensajes: las personas, las plantas y animales me traen un mensaje siempre. Atenta a lo que se me pide, poniendo al servicio mis talentos o bienes. Atenta y predispuesta a poder reconocer que en un testimonio de alianza quizás no debamos recordar solamente los hitos importantes de nuestra vida sino decodificar cada aparición de la Mater en el día a día. Y quienes estén pensando ahora en sus testimonios de aliados coincidirán conmigo en que a veces se vuelve sumamente creativa!. ¿verdad?.

Estemos atentos a decir simplemente Sí, a cuidar la proporción entre oración y acción. Estemos atentos, finalmente, a cuándo repetir con confianza …en toda circunstancia, creo y confío ciegamente.

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